Por: Abel Pérez Zamorano
En el año 2000 salió a la luz buzos de la noticia, proyecto editorial de análisis político, revista semanal de pensamiento libre, no atada a los centros de poder. Su lema, “listos y al fondo”, evoca el pensamiento de Virgilio: dichoso aquel que puede conocer las causas de las cosas. Desde hace varios años, se encuentra a la cabeza el respetado ingeniero Pedro Zapata Baqueiro, y al correr del tiempo se ha consolidado un equipo de alto nivel profesional integrado fundamentalmente por jóvenes periodistas que ponen su entusiasmo, y garantizan la regularidad de la publicación y una muy alta calidad de impresión y contenidos. Para el equipo de buzos, mis felicitaciones y mis mejores deseos de éxito futuro – lo hecho hasta hoy ya es historia.
Es encomiable su obra, sobre todo valorada en su contexto. La prensa en una sociedad dividida en clases, inevitablemente adquiere compromiso con una u otra, con los intereses del progreso, o con los del orden establecido y sus beneficiarios. Está sujeta a la maraña de relaciones de poder, económico y político. buzos alinea inequívocamente con la causa de las clases trabajadoras; es una respuesta a sus problemas, retos y anhelos. Esa es su razón de ser.
La despolitización impide al pueblo participar organizada y conscientemente en los asuntos públicos. La memoria social es de muy corto plazo. Despolitización significa también desconocimiento o incomprensión de los problemas nacionales y mundiales; ver solo lo estrictamente personal, lo atingente a la familia, al barrio o el municipio; carencia de una visión social de conjunto. En las elecciones, muchos electores, desprovistos de herramientas de análisis y juicio crítico, valoran a los candidatos con criterios inapropiados: su aspecto físico, porque “hablan bonito”, son “chistosos y ocurrentes” (como el señor con botas, matando víboras prietas y tepocatas), mas no en función de sus propuestas, congruencia, seriedad y credibilidad de los compromisos adquiridos con la población. Necesitamos un periodismo que despierte la conciencia popular y eleve el análisis. buzos lo hace.
Muchos ciudadanos, víctimas de la credulidad admiten todo lo que digan los gobernantes o candidatos, de ahí el extendido uso del rumor por políticos que asumen que la gente cree cualquier cosa. Basta con que alguna noticia “salga en la televisión”, se publique o “se diga por ahí”, para que sea verosímil. Pero afirmar no es comprobar. El pueblo debe saber aplicar una lógica rigurosa a la información, tamizarla para separar el grano de la paja; el rumor de la verdad; lo trascendente de lo anecdótico y trivial.
Padecemos un periodismo que llena sus contenidos con lo que “declaró” fulano o zutano personaje. Las más descabelladas afirmaciones son admitidas, limitándose a citar e imprimir lo dicho, sin verificarlo. Hay poco periodismo de investigación, que verifique de manera acuciosa, objetiva y honesta lo declarado, que aplique el método científico – también aquí vale –, buscando y ponderando exhaustivamente evidencias, a favor o en contra, contextualizando, contrastando versiones, y aceptando, cuando sea el caso, la evidencia en contra, y después de publicada una falsedad, reconocerlo honesta y humildemente. Salvo en casos que honran el oficio, casi no vemos esto. Periodistas hay que no admiten pruebas que contradigan sus prejuicios; va de por medio su orgullo, su imagen y hasta su vanidad, o el cumplimiento de una “encomienda” donde no se puede fallar ni titubear. El prejuicio es el peor juicio, por apriorístico.
Frecuentemente el imaginario popular no percibe la realidad de las cosas, sino apariencias; hace falta ir a la esencia, más allá de lo fenoménico. La realidad generalmente no se manifiesta en la superficie exactamente como es; más bien suele mostrarse distorsionada ante nuestros ojos, ante el llamado “sentido común”, incluso invertida, resultando que lo que parece, realmente no es. Necesitamos un periodismo que encuentre lo real tras lo aparente.
Permea en el periodismo el legado de Joseph Goebbels, ministro de Educación Popular y Propaganda de Hitler, la perversa estrategia de repetir mil veces una mentira para convertirla en verdad (la falacia de la frecuencia como prueba de verdad). En su despolitización, parte de la sociedad cae en la trampa; muchos periodistas repiten lo dicho por otros, sin saber lo que dicen. Rabindranath Tagore decía que la verdad no está de parte de quién grite más. Incluso, no es cuestión de mayoría; así lo digan muchos, o el consenso de la “comentocracia”; a veces incluso, la verdad es acallada, no se conoce. El consenso no es criterio de verdad científica; hay consensos cómplices.
La trivialidad impera en publicaciones formales y redes sociales, saturadas con dichos, ocurrencias y humoradas. Menudea lo ridículo o anecdótico, tonterías materia prima para memes; pero tras lo aparentemente chistoso e inocuo, actúa una estrategia distractora para desviar la atención pública, evitando que su interés se centre en lo relevante. La sociedad necesita estar vigilante de lo que verdaderamente importa.
Reina también la impunidad para insultar y manchar honras. Y si los afectados se atreven a levantar la voz y exigir que se pruebe la acusación, el periodista que ataca por consigna o por prejuicio se declara amenazado, clama que su seguridad peligra y que se coarta su “libertad de expresión”. A esta se la ha envilecido al convertirla en alcahueta de calumniadores. Decía Ignacio Manuel Altamirano: “Si la culebra pudiese hablar, sería el mayor calumniador del león. Los hombres reptiles por eso persiguen con su lengua a las almas superiores”. La libertad de expresión es libertad de calumniar a gusto, de difamar impunemente, y ay de aquel que proteste: irá a la picota como enemigo de la libertad.
Y si antes la prensa tenía todos estos vicios (obviamente, con muchas excepciones que honran al periodismo), con la 4T las cosas han empeorado. Se ha perdido libertad, como atestiguan periodistas de todo el país con sus frecuentes quejas, y como vemos en las conferencias mañaneras, donde el presidente sermonea a los insumisos, envía “preguntadores” a modo, y quien discrepe recibirá en redes sociales la visita de un no muy amigable ejército de bots para aplacarlo.
Si la sociedad civil no cobra conciencia de sus problemas, no podrá resolverlos. Transformar exige previamente conocer y comprender, y a fondo, como dice Buzos; el diagnóstico antes que el remedio. Más grave aún, los grandes problemas nacionales no podrá resolverlos un solo hombre, un caudillo, como ofreció Morena con López Obrador. Lo que no haga la sociedad, activa y consciente, nadie lo hará. He ahí la enorme importancia de un periodismo honesto, riguroso y pedagógico, como el que viene haciendo buzos de la noticia.