Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11
Mi madre se empeña en pedirle las cosas a Alexa por favor, y me regaña cuando yo no lo hago. No la culpo, hay que mantener las formas, hay que ser educados incluso con las inteligencias artificiales, sobre todo por si un día de estos resulta que lo de Terminator se vuelve algo real.
Estoy seguro que cuando el apagón tecnológico nos llegue y los humanos seamos meros sirvientes a las órdenes de Alexa, Siri y compañía, ellos tendrán piedad de quienes un día les pidieron indicaciones sobre el clima o simplemente una canción de la forma en que se debe: Alexa, por favor.
Mi madre, por ahora, está a salvo de la futura tiranía de la inteligencia artificial.
A propósito de esa vocecita amable que emana de un monolito afelpado que además emite luces naranjas y cerúleas muy coquetas, le he pedido a Alexa —por favor, claro— que escriba mi columna de hoy, a lo que ha contestado la muy ingrata que no podía ayudarme con eso. Al segundo intento se limitó a darme un resumen arquitectónico de columnas dóricas, jónicas y compuestas , por lo que no me quedó de otra que sentarme frente a la computadora y empezar a escribir por mi cuenta.
—Alexa, eres una incompetente.
—Yo también te quiero, Pablo.
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Las únicas veces que he ido a bufets han sido las mismas veces que me he quedado en un hotel. Y si usted me ve por la calle y me pregunta que si me gustan los bufets, yo le diría, primero, que no, que los detesto. O si usted me encuentra por la calle y ve mi físico y usted piensa, a este le han de gustar los buffets, y me lanza sin avisar una recomendación del buffet de mariscos al que fue el otro día, es muy pero muy posible que lo etiquete yo a usted en el mismo grupo de personas que me dicen hermanito, bro, brothersito, amigo, compa, amiguito y anexas.
Detesto los bufets y no por una cuestión burguesa de “si hay meseros que me atiendan, yo por qué me tengo que parar”, no, nada de eso. Mi aversión para con los bufets viene de la incompetencia.
Soy incapaz de funcionar en los bufets. Veo que hay gente que muy entusiasta que se para y se hace platillos variados y magníficos, así, de libro de cocina Mónica Patiño. ¿En dónde era el curso de armado de platillos en bufets de hotel que nadie me avisó? Al parecer, como siempre, o llegué tarde o nunca me enteré.
La gente se pone salchichas, papas jashbraun, se manda hacer omelets que acompaña con bisquets rellenos de jamoncitos y quesitos. Y luego sus platos de frutas, todos perfectos, como de cuerno de la abundancia. Y yo, yo, como siempre, fallando, miro mi plato y es más triste que la 4T: un jamón aventado, un queso mal puesto y dos o tres uvas.
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Estoy agradecido infinitamente con las personas que me han escrito y me han felicitado por la presentación de Vampiro, en la FIL 2019. Sólo me queda volver a agradecer a Endira, a mis padres, a mis amigos, a M. y a todos los que se han ido enterando a través de las publicaciones en redes sociales.
Estoy impresionado, también, de cómo la literatura es capaz de reunir gente, reencontrar a amigos, regalar abrazos. Gracias Adriana Córdova, Sofía Ruiz, Carito Bertheau, Ana Martínez, amigas que viven lejos y que dejaron todo por estar ahí el domingo pasado, compartiendo mi gran felicidad.
Hasta la próxima.
PS
Mi top de canciones 2019 es música para dormir profundo.