Las Serpientes
Por: Ricardo Morales / @riva_leo
Nadie en su sano juicio puede pensar que México esté al borde de un golpe de Estado. Una situación así nadie la desea, pues empeoraría el ya de por sí difícil escenario político y económico por el que atraviesa la nación.
López Obrador es el presidente más votado en los últimos años en este país. Su legitimidad, pues, no está en tela de juicio, ni mucho menos.
Si bien es cierto que algunas acciones han hecho que disminuya su popularidad, esto no necesariamente implica que sus opositores estén preparando un “golpe de Estado” en su contra, ni mucho menos, ya que ni siquiera tienen la fuerza para mover a un buen número de mexicanos.
Las Fuerzas Armadas son las únicas que pueden dar golpe de Estado, pero a pesar de que han sido ridiculizados, los militares si bien están enfadados, son los hombres más institucionales y saben perfectamente las consecuencias que tendría para el país si no cumplieran con su juramento de lealtad al Jefe Supremo de este país.
La inconformidad de las milicias se debe, entre otras cosas, a la mala imagen que se ha creado de sus elementos en los diversos operativos desplegados en diferentes estados y que tuvo su punto culminante en el operativo llevado a cabo en Culiacán el pasado 17 de octubre, pero de eso a que planeen un “golpe de Estado” hay un mundo de distancia.
Creo que el Presidente de la república busca desviar la atención de la opinión pública, ya que sus últimas decisiones no han tenido el impacto que él buscaba y su popularidad, aunque sigue siendo alta, en este momento es la más baja desde que ganó la presidencia el año pasado.
Por primera vez, el Presidente está en 60% de aprobación, lo cual es muy bueno para cualquier mandatario, sólo que López Obrador aún no cumple el año y arrancó con 80%, es decir, ha perdido cerca de 20 puntos.
La expectativa creada por el Presidente tras su triunfo electoral el año pasado fue enorme, ya que ciertamente generó la esperanza de un cambio, el cual no se ha visto, al menos durante este primer año de su administración.
La inseguridad, la violencia y el nulo crecimiento económico son los principales problemas que aquejan al tabasqueño, además de que los integrantes de su gabinete no le ayudan, no están a altura de las circunstancias.
Paradójicamente el esquema de polarización en que ha metido al pueblo de México, dividiéndolo entre chairos y fifís, “progresistas” y “conservadores”, “buenos” y “malos”, hoy le comienza a cobrar réditos, porque ante la crisis interna, el mensaje del mandatario federal en poco abona a la unidad, a pesar de que hoy es lo que más se necesita.
En México no habrá un golpe de Estado, pero es necesario que el Presidente comience a trabajar a favor de la unidad y dé un giro, un viraje en el tema de su estrategia de seguridad, la cual nadie acaba de entender.
No se sabe si la estrategia es la amnistía como lo ofertó en campaña o si va de plano a combatir a la delincuencia, entonces tampoco se entiende el por qué mantiene al Ejército en las calles.
Si de plano se trata de “abrazos y no balazos”, entonces nada tiene ya que hacer el Ejército en la calle y lo mejor sería que los militares pudieran regresar a sus cuarteles, aunque esto dejaría a la población en manos de la delincuencia, la cual no entiende que si se portan mal, seguramente serán acusados con sus papás y sus abuelitos.
Ya falta poco para que se cumpla el primer año de la administración lopezobradorista. El saldo, hasta el momento, es negativo, ya que no se ha logrado la gran expectativa generada por el mandatario federal, pero aún restan cinco años más.
Nadie en su sano juicio puede apostar a que le vaya mal al Presidente de la república, porque sería como hacerse el harakiri. Lo mejor para el país es que las cosas se puedan corregir y marchen de mejor manera para 2020.