Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía

Felipe Patjane, alcalde encarcelado de Tehuacán, siempre fue un ambicioso voraz que no conocía límites.

Es el clásico charro mexicano que busca enterrar las espuelas en el presupuesto.

Una historia narrada por un empresario poblano lo retrata de cuerpo entero.

En cierta ocasión, nuestro paria vio un avión pequeño y le gustó.

Presuroso, se acercó al piloto que estaba a punto de despegar y le dijo:

—Está bien chulo este avioncito. ¿En cuánto sale la hora de vuelo?

—En veinte mil pesos, señor —le respondieron.

—¡Le alquilo veinte horas! ¿Me las puede facturar a nombre del ayuntamiento de Tehuacán? ¡Yo soy el preciso!

El piloto peloteó el tema con su jefe y minutos después le dio la respuesta:

“No, señor. No se puede. La operación tiene que ser en efectivo”.

Patjane le dijo a un auxiliar que le trajera su “maletita”.

De ahí sacó cuatrocientos mil pesos en cash.

La operación se cerró como un ostión en cautiverio.

Patjane llamó a su prometida y juntos abordaron el avión.

—¿A dónde quiere ir mi chula? —preguntó.

—Mmm… ¡Vamos a Santa Fe! ¡Quiero una bolsa Prada!

Y así ocurrió.

El feliz alcalde ordenó que el piloto se dirigiera a Santa Fe.

Así transcurrieron las veinte horas: entre ocurrencias de la novia y los deseos del novio.

Semanas después, Patjane volvió a contratar el avión.

Al término del recorrido, pidió entrevistarse con el dueño.

Una vez frente a frente, Patjane fue al grano:

—¡Te compro tu avión, mano!

—No lo vendo, presidente.

—¿Cuánto quieres por él?

—Siete millones.

—¡Va! Pero factúramelo al ayuntamiento.

—No se puede.

—Hagamos algo: te lo voy a volver a alquilar por un chingo de tiempo, pero tómamelo a cuenta del pago total.

—Pero en efectivo.

—Mejor te lo doy en obra y en papelería.

—¿Cómo es eso?

Patjane le explicó su plan:

“Tú me facturas los siete millones por obras públicas, papelería, madres así, y yo te pago puntualmente tu lanita”.

El empresario vio los riesgos y dijo no.

La prometida de Patjane también intervino en la negociación.

Incluso un funcionario se apersonó con el dueño del avión para convencerlo.

Nada.

Imposible.

El empresario dijo “no es no”.

Y se llevó el avión.

De haber aceptado, hoy sería uno de los investigados por el hoyo negro que dejó Patjane en el ayuntamiento.

Qué suerte tienen los que no se bañan.

Una Celebración

Hace 35 años se fundó la Unidad Regional Puebla de Culturas Populares. 

Su primera sede fue en la calle Corregidora, en Huachinango, frente a la lechería y cremería La Vaquita, de la familia Villa.

Ahí llegaron Luis Felipe Crespo, su primer director, y los talentosos Carlos Bravo, Rosalia Consuelos, Paty Sánchez, Virginia Evangelista y otros más. 

Yo mismo pasé a ser parte de ese primer equipo por invitación del generoso Luis Felipe. 

Esa Unidad Regional organizó tertulias de arriería y de oficios varios, así como de testigos añosos de la revolución mexicana.

Incluso hubo una tertulia para rescatar un juego de época: El Ferruco. 

Esa tertulia se hizo en el Portal Juárez y tuvo la presencia de dos músicos históricos —entre ellos don Juan Ramírez, al violín— y de doña Columba y sus enchiladas. 

Hay que decir que Columba se inició haciendo enchiladas en ese portal al lado de su tía Evarista. 

Convencerla fue un acto heroico y tardamos varias jornadas para hacerlo. 

Nadie podía creer lo que se vivió esa noche. 

A partir de esas tertulias vinieron los libros de relatos de la revolución mexicana y el de la arriería en la sierra norte de Puebla. 

Incluso TVUNAM realizó dos programas sobre los arrieros que todavía, de vez en cuando, aparecen en los canales 2 y 5 de Televisa. 

La celebración que se llevará a cabo el fin de semana en Huauchinango tiene como uno de sus principales organizadores a Gerardo Pérez Muñoz, muy querido paisano mío y heroico defensor y promotor del mundo indígena.