Bitácora

Por: Pascal Beltrán del Río 

El recuerdo de la vida y obra del precursor de la Revolución Mexicana en ceremonias oficiales ha ido y venido en los 106 años que han pasado desde que fue asesinado en la culminación de la Decena Trágica. No fue sino hasta el 18 de septiembre de 1914 —tomada la Ciudad de México por las fuerzas constitucionalistas— cuando pudo realizarse el primer homenaje al prócer coahuilense.

“En el Panteón Francés, ante la tumba del mártir, numerosos admiradores llevaron flores, declamaron poemas y pidieron que se trasladaran los restos y se erigiera un monumento a los mártires de la Decena Trágica. A esta manifestación asistió Venustiano Carranza (Leticia Mayer, revista Historia Mexicana, volumen 45, El Colegio de México).

Días después, el 1 de octubre, se dispuso que la avenida San Francisco fuera renombrada para honrar a Madero.
El 30 de octubre siguiente se organizó una ceremonia para conmemorar su natalicio. Ese día, el Presidente hubiera cumplido 41 años de edad. La encargada del acto fue la maestra María Arias Bernal, la activista y secretaria privada de la esposa del mandatario asesinado, que defendió la tumba de Madero contra las amenazas de profanación que se dieron durante la dictadura de Victoriano Huerta.

Cuando Álvaro Obregón llegó a la capital, seis días antes que Carranza, quiso saber quién había cuidado la tumba de Madero. Enterado de que había sido Arias, le regaló su pistola, motivo por el que recibió el sobrenombre de María Pistolas.

En octubre de 1915, los empleados de la Secretaría de Hacienda solicitaron a Carranza que se levantara un monumento a Madero en el Zócalo. Sin embargo, este proyecto nunca llegaría a concretarse. Durante los siguientes años se celebraron en febrero homenajes a las víctimas de la Decena Trágica, teniendo como escenario el Panteón Francés. Se hizo tradición que las ceremonias comenzaran en Palacio Nacional con un desfile de autos que concluía frente a la tumba de Madero.

En 1920, los restos del vicepresidente José María Pino Suárez fueron exhumados del Panteón Español y llevados al Panteón Francés para depositarlos junto a los del Presidente, en una ceremonia a la que asistieron las viudas de los dos hombres. En 1921, el entonces presidente Álvaro Obregón asistió a la ceremonia luctuosa. Sin embargo, a partir del año siguiente la tradición comenzó a menguar y los mandatarios en turno sólo mandaban representantes al acto de homenaje.

“Este eclipse correspondió a un momento en que los grupos en el poder no necesitaron de la figura de Madero para legitimarse”, escribió la historiadora Leticia Mayer en 1995.

El llamado Apóstol de la Democracia no volvió a aparecer en los discursos oficiales sino hasta que se trasladaron sus restos al Monumento a la Revolución, el 20 de noviembre de 1960. Años después, sería motivo de un dudoso homenaje, al incluir su perfil en las pequeñas monedas de níquel que sustituyeron a los pesados veintes de cobre, luego de las devaluaciones de 1976 y que para 1983 ya habían salido de circulación.

La figura de Madero estuvo muchos años arrumbada en el baúl de los recuerdos del México revolucionario, desdeñada por el PRI y también por la izquierda. Fue el PAN el que la recuperó al triunfo de Vicente Fox en las elecciones presidenciales de 2000. El guanajuatense suspendió la realización del desfile deportivo del 20 de noviembre, que había comenzado en los años 30, y lo sustituyó por una ceremonia al pie de la estatua de Madero que ya existía en Los Pinos.

A la primera de ellas, el 20 de noviembre de 2001, asistió el entonces jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador. Ahora, éste, como Presidente de la República, ha sentado el recuerdo de Madero en la primera fila de la historia nacional y se dispone a honrar mañana al precursor de la Revolución, en un desfile como el que no se ha dado en un cuarto de siglo.