Por: Dra. Ivonne Acuña Murillo*
Mucho se ha discutido si los medios de comunicación, como el cine, crean la realidad o sólo la reproducen. Debate estéril si se piensa que toda expresión cultural es hija de su tiempo y que sus referentes principales se relacionan directamente con el contexto en que nacen.
La película de reciente estreno Joker (Guasón, en nuestra América), dirigida por Todd Phillips, con guion de Scott Silver y protagonizada por Joaquin Phoenix, no es la excepción. Desde el punto de vista sociológico, económico y filosófico, esta cinta recoge algunos de los debates actuales en torno a la desigualdad económica, la injusta distribución de la riqueza, la disminución de los apoyos estatales y la desintegración del tejido social y con él la pérdida de una parte importante de la solidaridad humana, por mencionar sólo los puntos más visibles, y las consecuencias que lo anterior conlleva.
Pero la presencia de crítica social en un cómic cinematográfico relacionado con la zaga del conocido superhéroe Batman, de DC Comics, no es nueva, en la trilogía formada por Batman Begins (Batman regresa, 2005), The Dark Knight (Batman: El caballero de la noche, 2008) y The Dark Knight Rises (Batman: el caballero de la noche asciende, 2012), dirigida por Christopher Nolan, escrita por él mismo y su hermano Jonathan Nolan, hay pruebas de ello.
En la película Batman: El caballero de la noche, el Guasón (Heath Ledger) dice a Batman (Christian Bale), en la escena donde ambos pelean en un edificio en construcción y antes de que el Guasón sea lanzado al vacío por Batman y luego asegurado con la baticuerda: “No puedes confiar en nadie hoy en día, tienes que resolverlo todo solo, ¿verdad?”. Después, mientras el Guasón pende de dicha cuerda, afirma: “No vas a matarme por algún sentido inadecuado de moralidad y yo no te asesinaré, porque tú eres muy divertido (risa). Creo que nuestro destino es hacer esto eternamente”. A lo que Batman responde: “Eternamente, estarás en un cuarto de manicomio” y el Guasón replica: “Podríamos compartirlo, porque subirá al doble la cantidad de ciudadanos que perderán la cabeza (…) La locura es como la gravedad, sólo necesitas un empujón”.
En esta escena, comienza a evidenciarse la abstracta y eterna lucha entre el bien y el mal, en una cerrada competencia donde las víctimas del segundo son mero pretexto en la contienda. Por lo general, ni Batman ni el Guasón muestran empatía u odio por las víctimas, a menos que estén directamente relacionadas con ellos, el resto son eso, el resto impersonal metido en medio de dos opuestos. Por otro lado, la idea de que ambos personajes compartan un mismo cuarto en el manicomio lleva a pensar en la delgada línea que los separa, hasta poner en duda la supuesta locura del villano y la pretendida salud mental del superhéroe.
En otra escena, aquella donde el Guasón está en el cuarto de interrogatorios de la policía, Batman le pregunta: “¿Por qué quieres asesinarme?”, y el Guasón responde entre risas: “No, yo no quiero asesinarte, ¿qué es lo qué haría sin ti? (…) No, tú, tú eres la otra parte de mí (…) Para ellos (los ciudadanos) sólo eres un monstruo, como yo. Te necesitan ahora, pero cuando no, te van a hacer a un lado, como a un leproso. Su moral, su código es mal chiste, te olvidarán a la primera señal de problemas (…) Te lo aseguro, cuando haya dificultades todas estas personas civilizadas se comerán a sí mismas. Yo no soy un monstruo, sólo sé quiénes son”.
Este diálogo es interesante toda vez que, en las primeras frases, se muestra la conexión intrínseca entre el superhéroe y el villano, pues no existiría el uno sin el otro. Esta profunda complementariedad supone las dos caras de una misma moneda. En términos sociológicos se podría afirmar que ambos personajes son producto de un mismo contexto en el cual ni el Estado ni sus instituciones de seguridad y justicia son capaces de cumplir con su fin último: la seguridad física y patrimonial de la ciudadanía, de ahí la necesidad de un superhéroe anónimo que ponga las cosas en orden.
La segunda parte de la respuesta del Guasón, tiene en el centro la crítica a los valores de una sociedad decadente que aprecia al superhéroe en cuanto le es necesario, pero que prescindirá de él en cuanto deje de serlo. Más allá del egoísmo individual y social, destaca el hecho de que, al final, tanto el superhéroe como el villano serán vistos como el resultado anómalo de situaciones límite y que ambos deberán ser hechos a un lado en cuanto las aguas retomen su cauce.
En la última parte, el Guasón hace un pronóstico en torno a las personas ‘civilizadas’ que se comerán a sí mismas. Enfatizando nuevamente el contexto degradante en que todos se mueven y la existencia de una competencia brutal, así como de un egoísmo y un individualismo exacerbado.
Al final, cuando Batman levanta y zarandea al Guasón, este pregunta a Batman: “En serio, ¿tienes tantas reglas y crees que te salvarán? (…) La única manera de vivir en el mundo es sin reglas y esta noche tú romperás tu única regla”. Después de lo cual Batman levanta, avienta y golpea al Guasón para que le diga lo que quiere saber: ¿dónde tiene secuestrados al fiscal de distrito Harvy Dent y a su novia, Rachel Dawes?
Es en este momento, cuando la acción del superhéroe se trastoca, el Guasón permanece pasivo físicamente soportando el castigo que Batman le aplica, ante la mirada atónita de los policías que miran a través del cristal y con la aprobación del jefe James Gordon (Gary Oldman). Sin el resto de la trama, que permite explicar la reacción violenta de Batman, bien se podría pensar que él es el villano que tortura a su víctima, adelgazando aún más la línea que los separa.
En la tercera película de la trilogía, Batman, el caballero de la noche asciende, otro villano, Bane (Tom Hardy) pronuncia, frente a la cárcel de Blackgate y una multitud de villanos, un discurso que bien podría ponerse en la boca de un luchador social, guerrillero o político actual. Bane dice: “Le vamos a quitar Ciudad Gótica a los corruptos, a los ricos, a los opresores de generaciones que los han mantenido sometidos con promesas de oportunidades y se los devolveremos a ustedes, el pueblo. Gótica es suya, nadie va a interferir, hagan lo que les plazca. Pero comiencen tomando Blackgate y liberando a los oprimidos. Que los que quieran servir se acerquen. Un ejército está por nacer. Los poderosos van a caer de sus nidos decadentes y serán traídos a este mundo helado que conocemos y soportamos. Llevaremos a cabo juicios y el botín será repartido. La sangre va a correr. La policía va a sobrevivir cuando aprendan a servir a la justicia verdadera. Esta gran ciudad lo va a resistir. Gótica va a sobrevivir”.
Aquí es cuando la distopía o antiutopía hace su aparición y la semejanza con la realidad social del capitalismo, en su etapa neoliberal degradada se vuelve innegable. En el discurso del villano se dibujan los elementos de una supuesta sociedad ficticia, indeseable en sí misma, aquella en la que la sociedad ha sido dividida en ganadores (la gente VIP–Very Important Person) y perdedores (losers) por un modelo económico-político-social que ha generado una gran riqueza al costo del bienestar del 99% de la población en el mundo.
Un ejemplo de esto lo proporciona Richard Sennett en su ensayo La cultura del nuevo capitalismo, disponible en la red por si alguien desea leerlo, cuando afirma: “La desigualdad se ha convertido en el talón de Aquiles de la economía moderna. Se presenta en diversas formas: enorme compensación de los ejecutivos de más alto nivel, diferencia cada vez mayor entre los salarios de la cumbre y los de la base de las empresas y estancamiento de las capas medias de ingreso en relación con la élite. La competición en la que el ganador se lleva todo da lugar a una extremada desigualdad material.” (: 31).
De esta manera, el villano, llámese Guasón, Pingüino, Acertijo o Bane, queda atrapado del lado de los losers y el superhéroe, en este caso Batman (Bruce Wayne), del lado de los VIP. Nuevamente, sin perdedores no hay ganadores. En este caso, la función de Batman es preservar el orden existente, el cual pasa por la defensa de la propiedad privada, del dinero privado y público, de los bienes adquiridos, sin cuestionar necesariamente su procedencia. Al final, él es uno de los privilegiados del sistema, a la vez que su víctima. La muerte de su padre y madre no debió ocurrir. En una sociedad ideal, ambos hubieran vivido para ver crecer a su hijo y Batman nunca hubiera existido.
Pero, Ciudad Gótica no es ni de lejos la sociedad ideal, sino una sociedad distópica que crea y recrea, en una cadena constante, al villano y al superhéroe. Y Batman, no es tampoco el héroe popular que librará a las masas de la miseria y la injusticia, sino el superhéroe de quienes tienen bienes que defender. Vaya vuelta de tuerca, Batman el héroe del neoliberalismo.
Es así como, el Guasón de Nolan, en medio de sus excesos psicóticos, y Bane, con su brusca apariencia, representan la crítica social de los desprotegidos, los abandonados, los olvidados, los ‘sobrantes’ del sistema, que resultan ser la mayoría.
Sin embargo, la crítica presente en dos de las películas de la trilogía de Nolan no para ahí, detrás de esta se encuentra una clara o velada, según el punto de vista, advertencia sobre la distopía posible: el eterno enfrentamiento entre el bien y el mal, pero no en términos filosóficos sino fácticos.
En este punto, hace su entrada el Joker de Joaquin Phoenix para subir el tono de la crítica y advertir sobre el futuro de una sociedad distópica, presente en el cómic como ficción, pero que puede vislumbrarse ya en núcleos urbanos de todo el mundo.
Antes de cualquier cosa habrá que decir, a quien no ha visto la película, que la actuación de Phoenix es magistral, que el actor realizó en el Joker el sueño de todo histrión: meterse en la piel del personaje, sin desdoblamientos, sin dudas, sin espacio para él. Joaquin Phoenix es el Joker. Por su parte, la cinta refleja a la perfección la psicosis de un hombre producto de una sociedad enferma transformada en el caldo de cultivo idóneo para el surgimiento de todo tipo de trastornos mentales, si es que se quiere seguir pensando en la rebeldía y la venganza como locura, esa que es como la gravedad y sólo requiere un empujón. La película tiene además otras virtudes relacionadas por supuesto con la dirección de Phillips y el guion de Silver, la fotografía, la luz, el color, la música, etc.
No reproduciré aquí escenas ni monólogos ni diálogos de la película, como hice con las otras dos, por obvias razones. Sin embargo, sí puedo decir que el Joker no se conforma con cuestionar a la sociedad ni con robar o intimidar a sus víctimas, él va más allá, dentro de su supuesta locura cobra venganza tomando la vida de las personas que abusaron de él de una u otra forma. Su acción genera consecuencias inesperadas que llevan de nuevo a pensar en la distopía posible, en la advertencia de un futuro por venir o de un presente que no se quiere ver.
En este caso, la película Joker lleva a uno de los extremos posibles lo iniciado por Nolan en las películas mencionadas. Identifica, señala a quienes abusan de los más débiles y los mata. El mensaje es ese, no importa que después se castigue al ‘culpable’ de violar las reglas y las normas más elementales de la convivencia social, pues al final, como dijo el Guasón de Ledger, sólo se puede vivir fuera de las reglas.
La trama, sin embargo, evidencía, paso a paso, los hechos que llevaron a Joker a convertirse en un antisocial, en un asesino. Y muestra cómo, con el ejemplo de un solo individuo, se puede exacerbar el antagonismo de clases, diría un marxista, o la diferencia entre ganadores y perdedores, diríamos hoy.
Tanto Joker y Bane son villanos cuya carrera delictiva se forjó al calor de una sociedad y un Estado que han descuidado el bienestar de las mayorías, generando todo tipo de efectos secundarios como el crimen, la guerrilla, la protesta social, pacífica o violenta.
Escenifican, asimismo, el individualismo, como valor supremo de la ideología capitalista en su máxima expresión, al punto de dejar al individuo solo, sin asideros, sin apoyo de sus grupos primarios como la familia y los amigos y sin la protección de un jefe o empresa y del Estado mismo. De acuerdo con Sennett, se abre ante los individuos una página en blanco, en la que todo está por escribirse, ante la falta de un relato de vida (estudiar, trabajar, jubilarse).
Esta página introduce el tiempo amorfo, la ausencia de certezas, de asideros. Es un limbo donde las personas se encuentran aisladas y sin relato vital y en la que “todos afrontan la perspectiva de quedar a la deriva” (: 18).
Es así como Joker se convierte en lo que acaba siendo, cuando se queda solo y a la deriva.
Por su parte, el superhéroe, Batman en este caso, se mantiene atrapado en el cómic, en la ficción, hasta el momento en que un líder social o un político logra condensar las virtudes del héroe, del caudillo y mueve a las masas en favor de un proyecto supuestamente alcanzable.
Pero resulta que a veces con el político, la democracia y el gobierno no alcanza para revertir el daño hecho a las formas de vida de una población necesitada de superhéroes y surge entonces la justicia por propia mano. Ejecutada por masas que linchan a supuestos ladrones, violadores o secuestradores (como ha ocurrido en más de una ocasión en Puebla, México, por mencionar sólo un estado) o sujetos solitarios que se convierten en justicieros como Batman (como en Naucalpan, Estado de México, donde un justiciero anónimo mató a dos asaltantes).
Es entonces que la sociedad distópica, retratada en dos películas de la trilogía de Batman y en Joker, es hoy una realidad en proceso de agudización de los conflictos entre una clase social y otra, la de los ganadores y la de los perdedores, aquellos empujados, cómo diría el Guasón, a ser villanos y a buscar justicia por propia mano, violando todas las reglas de una convivencia pacífica y ‘ajustando cuentas’, sin mediar freno alguno, a miembros de la clase alta, lo merezcan o no.
*La autora es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.