A Josefina, mi madre, que hace tres años partió, pero nunca perdió la esperanza…
Por Víctor Baca
109 años hace que inició el tañer de campanas desde una iglesia de Dolores Hidalgo, en Guanajuato, y se escuchó la voz de un cura, invitando a los habitantes –de la que era la Nueva España– a rebelarse contra la Corona que, tantas desigualdades, corrupción e injusticias había inculcado durante trescientos años, y caracterizaba la administración de los conquistadores. La historia convertida en símbolo.
Más allá de los dimes y diretes, el grito que el presidente López Obrador expresó es una reconfiguración no sólo de la ceremonia sino de algo más importante: de la actualización y re significación de una forma de gobernar. De una forma de creer o brindar la posibilidad de la esperanza como discurso político, encaminado a otorgar no sólo soluciones, –que algunas son muy complejas– sino actuar bajo los principios éticos y morales, –en eso a veces pienso que el presidente, más allá del grito de “no estás solo” de la gente que los percibe–, que no acontecen en la totalidad de su estructura de mando. El presidente, sin embargo, tiene el apoyo popular y al devolver al festejo el regocijo, tenemos con claridad un síntoma político que muestra una cara diferente a la de los medios y redes sociales (que tanto sufren por los privilegios que se están perdiendo).
Muchos jóvenes no habían presenciado una ceremonia de esta manufactura, pues por lo menos desde 2006, más de diez años donde la entidad de gobierno había perdido la legitimidad y consenso que solo otorga la victoria sin fraude. Algunos otros, sin manifestar con calidad la emoción de cierto renacimiento, no pueden ocultar que desde hacía muchos años no había tal alegría (para los sabios, la alegría es una emoción momentánea), ni tal sentido de festejo y de carnaval, propios de un pueblo que viene desde una brutal desilusión. Algunos hablan de populismo, otros de popular, la realidad es que la ceremonia del grito devolvió el sentido carnavalesco que pocas veces habíamos visto o ya no recordábamos.
20 arengas, 20 evocaciones que incluyó a muchos olvidados, las comunidades indígenas, las mujeres y hasta a los héroes anónimos, lejos de parecer excesivo, fue gratificante. Tal vez muchos digan que sólo es discurso y no les falta verdad, solo que esta vez, quizá esa es la dirección de la actual administración y los resultados, (hay que decirlo, aun no cristalizan, pero existen señales que vamos en ese camino). Este mensaje sin la parafernalia acostumbrada en otros años, es parte de una propuesta, work in progress, que deben entender los que rodean a AMLO.
Saldo blanco refuerza la idea de la fiesta, una mujer dando en grito en Dolores (cuna de la patria), miles de personas abarrotando zócalos y plazas, son indicios de que, si no hay resultados aún, la buena voluntad y la esperanza miran de reojo y aguardan que las palabras y los actos alcancen la coincidencia que da valor a las acciones del gobierno. Parecen señales de que algo está pasando.
En Puebla miran las señales y saben que ese es el camino, tal vez lo que falta es calidad y actos que fortalezcan acciones. El asunto es complejo pues muchos, por desgracia, no entienden que cada día tienen que trabajar para lograr lo que el titular del ejecutivo ha puesto de manifiesto: la austeridad.