La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ
…Al ver a los militares, Raúl se quedó sorprendido, jamás había visto a tantas personas vestidas de un mismo color, tan altos, tan fuertes, todos convertidos a un solo ser, marchaban todos como una sola persona, en una sola alma, eran lo más profundo de ese desfile que le hizo sentirse parte de una gran nación donde es necesario ser leal, fuerte y responsable.
–¡Mamá, yo voy a ser uno de esos! –lo vio tan motivado que Diana, sonrió satisfecha.
–Un hijo militar –suspiró.
Entusiasmado, acudió a la zona del Ministerio de Guerra el joven Raúl, años tenía que su deseo había crecido, sus primeras tropas eran sus muñecos de luchadores, sus muñecos de peluche, aviones de cartón eran sus fuerzas del aire, en el parque, en la fuente, barcos de papel, fueron sus tropas del mar.
Los días pasaron… los sueños… los anhelos…
–Me voy mamá; papá, ya regresaré.
–Un hijo militar. ¡Vaya! Pensé que serias médico como tu padre, pero veo que tú eres de otros vuelos, por última vez te diré en nuestra familia fuimos militares de alcurnia, hay aún un tío lejano que llegó a general, nunca lo fui a ver pues nunca me gusto estar haciendo fila y menos aún estar ahí, cerca de quien siempre fue lejano a nosotros. Pero desde el general Negrete, sin olvidar que un escolta del estuvo con los de Maximiliano. Hijo, regresa bien, y sabes que aquí siempre te esperaremos y por primera vez te diré no busques ser el mejor, sólo busca la felicidad –dijo el doctor Claudio, antes de abrazar a Raúl.
Una noche, mientras la lluvia no paraba, tocaron. Claudio abrió la puerta.
–No puedo, no puedo, es otro mundo.
–Por eso te dije que hicieras todo por ser feliz. Un día se fue mi hijo y regresaba un cadete altanero y lleno de miedos, miedos para verse hacia dentro, por fin hoy ha llegado nuevamente mi hijo –dijo Claudio mientras le servía una copa de wiski.
Hablaron de todo, hasta que Raúl comenzó a hablar serenamente de lo que le dolía en su alma, su alma solitaria, su sentido humano.
–En las colectas de juguetes para los niños, donde salen el primer Ministro y el de Guerra y se toman la foto y al poco rato llegan los generales con sus familias a escoger lo que les gusta, luego van los del ministerio del interior, luego de ello los jefes, ya es todo para sus nietos, y luego la fila sigue y siguen los oficiales. La miseria de tener y mendigar entre los juguetes, uno de tantos ejemplos que hay sobre la miseria que vive en una institución que hacia afuera es limpia y fuerte –dijo, mientras padre e hijo escuchaban cómo la lluvia caía, recorría las láminas del pasillo y se juntaban en el canal central para regar el jardín.
–¿Recuerdas que mi abuelo decía cuando llegábamos a algún restaurante que estaba su comida al termino de cocina militar y dejaba la comida? Nunca entendí, pensé que era por sus años, o porque estaba muy vistosa esa comida. Por fin entendí, las cocinas de todos las bases dependen del administrador y a su vez del comandante general, los cuales siempre tienen instrucciones precisas de que la comida esté cruda o pasada de sal para que todos vayan a comer al club de militares en los cuales venden comida, pero es de ellos netamente, así con el mismo gas se cocinan, los utensilios y todo se hace en la misma cocina y las ganancias son para estas redes.
–Así es, lo he sabido desde siempre, recuerda que también fui militar, pero no podía yo limitar tus sueños –dijo Claudio, quien disfrutaba el croar de las ranas y sapos que hacían un eco en esa noche obscura de esa zona de la ciudad.
–Los camiones, por ejemplo, que deben ir a los campos para vigilar que no se robe en los ductos de energéticos, reportan en el informe que fueron 30 unidades, con 24 horas de patrullaje cuando sólo fueron por dos horas y sólo cinco vehículos, sin duda que la gente se pregunta por qué hay tanta inseguridad cuando las cabezas y élites del ministerio con actos de este calibre los provocan, y así te puedo hablar de las llantas, de la energía eléctrica, de todo y siempre hay ganancia –Raúl tomó un trago de agua.
–¿Y qué harás?
…
…
–No hay duda Claudio, nuestro hijo nació para esta carrera, estoy feliz.
–Ciudadano General Mayor, del Ilustre y muy Heroico Ministerio de Guerra, hoy me es grato entregarle la insignia de ministro, sabe usted que lleva un alta responsabilidad donde la honradez, la disciplina, el heroísmo y la lealtad esta en pro de nuestra Gran Nación –dijo el primer ministro ante los parlamentarios quienes aplaudieron al nuevo encargado.
Epílogo (a)
–Señor, ¿qué hacemos? Esa camioneta nos pide que nos detengamos, he perdido a la escolta y pronto llegaremos a la ciudad y vulnera a los civiles.
Suena el celular del ministro.
–Ministro Raúl al teléfono.
–¿Quién crees que mandó a quitar a tus escoltas y es responsable de que no te respondan? ¿Crees que puedes terminar con una elite de alcurnia? Te pido que veas al edificio central que tienes frente a ti, hay un proyectil, eres inteligente y ya sabes lo que hay que hacer –se corta la comunicación.
La camioneta que perseguía se da la vuelta, el radio comienza a funcionar, los escoltas nuevamente están atrás del vehículo oficial, la pesadilla término.
Epílogo (b)
–¿Cómo que renuncias?
–Es todo corrupción, creí terminar con esa red, pero como brazos de las cabezas de Hidra, cortas uno y salen dos y más y más fuertes, ya no deseo seguir.
–No te quejes, de alguna manera tuviste que sobrevivir en ese mundo, el cual es muy obscuro para los civiles, toma lo que te toca y continúa, tu imagen tan recta nos ha ayudado mucho con el electorado y pronto hay elecciones otra vez para elegir concejales –le dijo el primer ministro.
Raúl llegó a casa
–Mi vida, gracias, eso de alentar mi cumpleaños estuvo fabuloso, estuvo tu secretaria aquí y qué detalle, hasta una serenata; no hay duda que eres el mejor de los esposos del mundo.
Raúl salió al patio y allí estaba una camioneta blanca.
No dijo más y se fue a dormir.
Epilogo (alterno)
La lluvia había dejado un olor a humedad, ese que a Raúl le encantaba y que siempre anhelaba volver a oler.
–Papá, ya no deseo seguir.
–Hijo, es la búsqueda de tu felicidad. ¿Y ahora que harás? Pues ya sabes que te apoyaré siempre.
–Seguiré tus pasos –le dijo Raúl; tomó su guerrera con sus insignias de oficial y se fue a dormir.
–La medicina siempre requiere de hombres valientes y honestos. Buenas noches, hijo –dijo Claudio, quien se quedó solo en ese estudio que vio crecer a su hijo.