La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam
Empiezo con un silogismo.
Todos los notarios son honorables.
Mario Marín es notario.
Mario Marín no es honorable.
Para dar fe pública de algo se requiere honorabilidad.
Cuando un notario es acusado de tortura, y, en consecuencia, de un delito grave, la honorabilidad se pierde.
Cuando ese notario, además, es un prófugo de la justicia, y anda a salto de mata por aquí y por allá, la fe pública se pierde.
Y es que los prófugos no andan repartiendo bendiciones ni cartas de recomendación.
Menos aún andan otorgando salvoconductos de honor.
Son prófugo simplemente.
Son delincuentes.
Son parias sociales.
Si para ser notario —es decir: voz moral del gobernador en turno— hay muchos requerimientos que cumplir, para dejar de serlo basta con violar algunos preceptos importantes.
Uno de éstos es la probidad.
Cuando un notario carezca de probidad será cesado de inmediato.
Marín ya no es un hombre probo.
Y es que participó en una conjura para torturar a la periodista Lydia Cacho.
Y aunque la Ley del Notariado no habla de que un notario será cesado de sus funciones cuando le obsequien una bellísima orden de aprehensión, lo cierto es que es muy complicado ser notario y prófugo a la vez.
Ya sé que algunos dirán que Vicente “El Güero” Gil es el notario suplente, pero aquí estamos hablando del dueño del establo y no de quien suele agarrarle la pata a la vaca.
La Ley del Notariado dice en otra parte que un notario será cesado de sus funciones cuando sea declarado formalmente preso y su sentencia exceda los 30 días.
Marín es acusado de un delito grave que no alcanza libertad bajo fianza.
En consecuencia: será cesado una vez que lo aprehendan.
Pero si somos congruentes, nuestro personaje ya violó el tema de la probidad.
¿Qué es probidad?
¿Y tú me lo preguntas?
Probidad es honradez.
Un prófugo no es un hombre honrado.
Es prófugo.
Se esconde.
Engaña a la autoridad.
Evade la ley.
¿Cómo es que alguien así sigue siendo notario?
Los notarios Poblanos tienen la palabra.