Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso
Los ánimos y las formas prácticas de gestar esta 4ta Transformación han calado profundo y en serio, desatando unas energías de transformar todo, pero cada quien a su manera. Sería un error histórico despreciarlas o desperdiciarlas.
Pero también sería un error histórico dejarlas a sus propias inercias, culturas y posibilidades.
Es cierto que las revoluciones así son: surgen en el caos, la confusión y en las iniciativas personales.
La última experiencia mexicana nos lo recuerda. Terminó en una lucha de caudillos y como ningún mexicano supo si ya había terminado, y menos si habían logrado lo que decían, se tornó en una confrontación de gavillas a las que con fuerza hubo que reprimir y regresar.
La 4ta Transformación no puede, no debe y no queremos termine en eso: una “transformatitis” que pierda sus significados, sus alcances y sus razones en las iniciativas personales o de pequeños grupos que reducen a su interés parcial el interés de todos, aunque sea de buena fe.
Es tiempo de reencauzar, reagrupar y reorientar esas fuerzas espontáneas de muchos paisanos y paisanas.
Ejemplos de ello ya hay muchos. Me llama la atención una propuesta de regidores morenistas para cambiarle el nombre al municipio de Ecatepec de Morelos por Ecatepec Bolivariano.
Me preocupa, y lo digo de verdad, que los legisladores actuales están preocupados por la cerveza fría como factor para disminuir el alcoholismo.
Hay otras igualmente auténticas, pero esa no es razón suficiente y oportuna para transformaciones que beneficien a largo plazo.
Todo líder debe calcular sus propias influencias y conducir el poder popular en un catálogo de prioridades establecido a partir del interés nacional, de sus necesidades reales y sus posibilidades. No más mitos geniales.
Los entusiasmos transformistas pueden llegar a ser impertinentes con los objetivos de la gran transformación que esperamos, o lo que es peor, pueden ser síntoma de desesperación por no ver las transformaciones que algunos esperan rápido. Cualquiera de las dos son, social y políticamente, peligrosas para todos.
No es justo evitar las iniciativas espontáneas de la gente.
Pero tampoco es justo que se vengan abajo los grandes objetivos ofrecidos a cambio de lograr eficiencia social, económica y política en esta segunda alternancia política en el país.
Muchos mexicanos aceptamos las propuestas de Andrés Manuel López Obrador porque son la salida digna al abandono, la corrupción y la traición en que estamos. Votamos para ampliar nuestra capacidad de transformar radicalmente las condiciones en que vivimos y fueron el odio, la desesperación y también la venganza, los sustentos de nuestras decisiones electorales.
Ahora pensamos que están dadas las condiciones, pero tenemos que hacerlo juntos y con un portafolio bien pensado de oportunidades. Las razones para seguir al “Peje” son reales y urgentes y nos sugieren no desperdiciar la circunstancia.
Cada uno puede y debe aportar propuestas y el gobierno debe considerarlas.
Ninguno puede ni debe reprimir nada a nadie en ningún sentido.