La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía 

¿Qué busca Alejandro Armenta?

¿A dónde quiere llegar?

Si fuera un invitado a una comida, ya habría tirado la vajilla en el jardín y estaría bailando encima de la mesa con un cuchillo entre las manos.

Seguidor de una disciplina oriental —es una especie de karateka desde hace años—, el senador con licencia debería, en teoría, tener un control brutal de sus emociones.

Es lo primero que enseñan los maestros orientales.

Dominio de la mente para llegar al dominio físico.

La política tendría que ser, en esencia, un arte mayor, muy por encima de las pasiones y los arrebatos.

Todo cabe en un debate político, menos esto último.

Alejandro Armenta tenía una liga.

La estiró.

Vio que no se rompía.

La estiró aún más.

Y más.

Hoy la liga ha reventado.

El senador con licencia se quedó sin liga y sin ese juego típicamente mexicano: el de la liga estirada.

Una vez rota, la liga ya no tiene sentido.

Es una liga más.

En ésas anda quien tenía todo para negociar, para llegar a acuerdos.

Hoy su situación en Morena es de lo más incómoda.

Antes de salir del PRI también tenía una liga.

Hizo lo mismo.

La estiró.

Y como vio que no pasaba nada, la estiró hasta romperla.

La duda mata:

¿A quién le conviene la trama de la liga rota?

 

 

Acuérdate de Acapulco

En el tianguis turístico, el brillante Alejandro Cañedo, secretario de Turismo y Cultura de Puebla, dijo una frase inteligente:

“No somos playa, somos patrimonio”.

Frente a los estados de la República que presumen sus playas —hechas de mar, arena y pescaditos—, Puebla posee un brutal patrimonio histórico, arquitectónico y cultural reconocido por la UNESCO y otros organismos internacionales.

Es la primera vez que con ese concepto, y en un ambiente de playa, Puebla se pone al tú por tú en el emblemático Acapulco, sede del tianguis de este año.