Por: Osvaldo Valencia
En cada región del estado a la que acude Luis Miguel Barbosa Huerta la ovación al Presidente de la República sale de la boca de todas las personas, excepto de la de él, quien busca la gubernatura poblana.
Apenas pisa Izúcar de Matamoros y las porras de “gobernador” ensordecen las plazas a donde va.
Barbosa atraviesa por un efecto indescifrable con la gente a cada paso al que las manos se le extienden para tocarlo, para entregarle una petición, un proyecto, darle un abrazo.
Desde el templete Luis Miguel Barbosa y la gente muestran su conexión inteligible sólo para ellos, saluda al pueblo de Izúcar y la gente responde con ovaciones, extiende la mano a los originarios de Tepeojuma y le responden de igual forma; los provenientes de Huaquechula le exclaman “Barbosa gobernador” y son correspondidos con agradecimientos del abanderado.
Antes de que una señora de Atencingo grite el nombre de su tierra, el candidato morenista saluda al municipio, entre la sorpresa y la emoción de los oriundos.
Para Barbosa quizá la respuesta está en un guía moral que lo acompañó desde hace un año, que ahora no puede mencionar, pero todos saben cómo llamar.
Prueba con el público mencionando al gobierno federal y ya comienzan a adivinar de quién se trata, al tiempo que los coros de “es un honor estar con Obrador” surgen como un huracán que toma fuerza poco a poco hasta escucharse al unísono.
En la mente de Miguel Barbosa aún está el llamado del Presidente de no utilizar su nombre en los 60 días de campaña, y aunque lo entiende a la perfección también entiende que no puede hacer nada para que el público no mencione a su guía.
—Tenemos guía, tenemos fuente de inspiración, la fuente de inspiración es el nuevo gobierno federal, el guía es el Presidente de la República— suelta Barbosa desde el centro del escenario en Izúcar de Matamoros mientras se oyen aplausos, alaridos y gritos de “¡Bravo!”.
—Hace tres semanas vino a Puebla y nos dijo “no estoy en campaña, no usen mi nombre, no usen mi imagen”— recordó el candidato las enérgicas palabras del mandatario federal enviadas desde la capital del estado a los entonces contendientes en plena pugna morenista.
—Yo voy a obedecer, ustedes hagan lo que quieran, ya saben a quién me refiero— cierra Miguel Barbosa mientras el público dice “Obrador”, susurro que va conectando poco a poco con otros susurros tímidos que se logran enlazar con las voces que inician el coro “Es un honor…”.
—Vamos, díganlo por mí—, exclama una última vez el candidato hasta que todos entienden lo que no puede decir pero que muchos entienden que es su guía.