Mario Galeana
Alejandro Armenta todavía no llegaba al monumento a los Hermanos Serdán, al norte de la capital, cuando una manta ya colgaba en un puente ubicado en los alrededores de la zona.
El mensaje decía: “Somos más de 100 alcaldes que denunciamos presiones del senador Alejandro Armenta. ¡Basta de engañarnos! ¡Nosotros no estamos con Armenta!” y estaba firmado sólo bajo la leyenda “Bloque estatal de presidentes municipales”.
Al llegar al sitio, el precandidato fingió no ver el mensaje y avanzó a través de un grupo de no más de 100 personas que, con voz apocada y llana, vitoreaban una y otra vez su nombre. Así arrancó su precampaña.
Quizá se trataba de la hora —eran las 8 de la mañana del domingo— o quizá se trataba cualquier otra cosa, pero a donde quiera que uno volteaba sólo había rostros con sueño, ojos y caras hinchadas, con sonrisas apenas tenues, y alaridos planos, sin mucho ímpetu, que arengaban en bucle infinito: “¡Armenta gobernador, Armenta gobernador, Armenta gobernador..!”.
Ahí, micrófono en mano, el senador delineó el que será su discurso a lo largo de los nueve días que restan de precampaña: se dijo un afectado por la supuesta intervención del gobierno del estado en el proceso interno de Morena.
“Nos estamos enfrentando a una elección desde el gobierno del estado, pero les vamos a ganar. En Puebla siguen gobernando los mismos que saquearon a nuestro estado, disfrazados de PRIMOR, pero que son el PAN y el PRI”, lanzó.
A su lado sonreían Eloísa y David Vivanco, madre y hermano de la presidenta municipal Claudia Rivera Vivanco, pero las gafas negras que les tapaban la cara parecían apuntar que trataban de pasar disimulados entre la pequeña multitud que agitaba banderas blancas con el “Armenta” grabado en letras rojas.
También estaba ese reducido grupo de cinco diputados locales —en donde ya ni siquiera se encontraba Héctor Alonso—, todos ellos con el mismo apesadumbrado gesto desmañanado.
Armenta llevó a uno de ellos a su discurso —a Miguel Trujillo— como prueba de la supuesta persecución que libra por haber alzado la mano como aspirante. La destitución del diputado como coordinador del PES en el Congreso local, dijo, era parte de la “represión” que él y su grupo político enfrentan.
“Sí a la reconciliación significa que desde el gobierno del estado se entienda que los presidentes municipales no son empleados de ningún gobernador. Sí a esa reconciliación que respeta al Poder Legislativo y que no los reprimen como lo hicieron hace unos días con el diputado Miguel Trujillo, al que expulsaron de una coordinación por expresar una afinidad política”, recalcó.