Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
El triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las urnas, el pasado 1 de julio, fue tan arrollador que si diseccionamos al electorado, veremos que obtuvo la mayoría de votos en diferentes segmentos.
De acuerdo con una encuesta de salida de Parametría —la casa de sondeos que más se acercó al resultado de los comicios—,López Obrador sacó más de la mitad de los votos en todos los grupos de edad: 18 a 25 años, 55%; 26 a 35 años, 63%; 36 a 45 años, 56%; 46 a 55 años, 56%, y 56 años y más, 55 por ciento.
El fenómeno se repite en otros sectores: quienes terminaron la secundaria, la preparatoria o contaban con un título universitario o posgrado, y quienes tienen un ingreso mensual de hasta cuatro mil 551, 15 mil 170 y más de 20 mil pesos.
Por eso, llama la atención la diferencia con la que se expresó el voto a favor del candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, de acuerdo con el género del elector. Hubo 16 puntos de diferencia entre el porcentaje de hombres que votaron por López Obrador (65%) y el de mujeres (49%).
Las mujeres fueron uno de los poquísimos grupos en que puede dividirse el electorado que no votaron mayoritariamente porLópez Obrador, de acuerdo con la encuesta de Parametría.
Los otros fueron los grupos formados por ciudadanos que no cuentan con escolaridad o sólo terminaron la primaria, en los que obtuvo 45% y 49% de los votos, respectivamente, y por quienes tienen un ingreso mensual de 785 pesos o menos (44%).
El género del votante fue mucho menos notorio en el sufragio que obtuvieron los dos principales contrincantes de López Obrador. Por Ricardo Anaya votó 21% de los hombres que acudieron a las urnas y 23% de las mujeres, respectivamente, y por José Antonio Meade, 12% y 19%, en ese orden.
Y algo que valdrá la pena analizar con calma es el alto porcentaje de mujeres que apoyó al aspirante independiente Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco: casi una de cada diez votó por él, la mitad de las que sufragaron por Meade.
La cosa es que López Obrador llegó a la Presidencia con un impulso más masculino que femenino. Mientras casi dos terceras partes de los hombres se expresaron por su candidatura, la mayoría de las mujeres votó por un aspirante que no fue el ganador de los comicios.
Eso quizá debió obligar al hoy Presidente a tratar de entender por qué y resarcir con actos de gobierno el menor apoyo que tuvo entre las mujeres.
Es cierto, nombró un gabinete paritario, en el que la Secretaría de Gobernación y otras dependencias tienen por primera vez a una mujer al frente.
Sin embargo, algunas de las primeras medidas que ha tomado tienen la posibilidad de hacer enojar a las mujeres más que ponerlas de su lado.
La más significativa, sin duda, ha sido su decisión de reducir el presupuesto a las estancias infantiles. De la noche a la mañana, decenas de miles de mujeres —cabeza del hogar, muchas de ellas— se han encontrado con la dolorosa novedad de que el lugar en el que se habían acostumbrado a dejar a sus hijos para poder ir a trabajar cerró sus puertas por falta de presupuesto o está en riesgo de tener que hacerlo.
Si cruzamos los datos de escolaridad e ingreso con el de género, es probable que el grupo social que menos apoyó a AMLO en las elecciones sea el de las mujeres de escasa preparación académica y baja remuneración, que son también quienes más usan las estancias infantiles para el cuidado de sus hijos.
Con su decisión, el Presidente quizá esté tratando de acabar con un programa que fue concebido durante el tiempo en que el PAN estuvo en la Presidencia, pero —inadvertidamente, tal vez— está permitiendo que se cree un bloque femenino de oposición a su gobierno, pues incluso las mujeres no afectadas por el cierre de las estancias infantiles se solidarizarán con sus congéneres que sí lo sufren.
Si a eso agregamos las agresiones y el acoso que las mujeres han denunciado cuando usan el transporte de la Ciudad de México, uno de los bastiones de Morena, es posible que la molestia de ese sector de la población esté creciendo.
El gobierno federal debería tomar nota.
BUSCAPIÉS
El viernes pasado, Finlandia dio a conocer los resultados parciales del programa piloto que lanzó para dotar de un ingreso básico garantizado a las personas desempleadas. Luego de dos años de entregar un cheque mensual de 560 euros a dos mil personas, el programa no logró su principal cometido: conseguir que los beneficiarios trabajaran más para aumentar sus ingresos. Eso sí, fueron más felices, ¿pero a quién le dan pan que llore? Los datos debieran llevar a la reflexión: ¿Regalar dinero resuelve problemas estructurales de distribución del ingreso? No en Finlandia y tampoco en México.