Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
De origen inglés, la expresión “tirar dinero bueno al malo” se refiere a gastar en algo problemático una suma adicional a la que se ha erogado ya, con la esperanza fútil de componerlo o, cuando menos, recuperar la inversión inicial.
Uno de los usos más antiguos de la susodicha expresión aparece en las memorias del actor, productor de teatro, dramaturgo y poeta Colley Cibber (1671-1757), quien reconoció haber mantenido obras en escena que perdían dinero sólo para que se le reconociera como una persona exitosa, y aspirar a convertirse en “único monarca del imperio teatral”.
Ayer, en su conferencia de prensa matutina en Palacio Nacional, a pregunta del reportero Eric Martin, corresponsal de Bloomberg, el presidente Andrés Manuel López Obrador detalló las “medidas extraordinarias de apoyo” a Petróleos Mexicanos (Pemex), que serán anunciadas próximamente.
“Van a ser en lo fundamental medidas fiscales”, explicó el Ejecutivo. “Pagando menos derechos a Hacienda. Y no vamos a dejar de analizar las otras posibilidades (…), pero lo central es darle a Pemex más libertad en lo fiscal, que tenga más recursos, que pague menos; que tenga el trato que tienen otras empresas petroleras en cuanto a pago de impuestos y derechos. Porque Pemex ha sido muy castigada por la hacienda pública. Llegó a ser la que financiaba 40% del presupuesto nacional y se dedicaron a sacarle recursos y se debilitó la empresa. Ahora, la vamos a fortalecer”.
La semana pasada, al reducir la calificación crediticia de los bonos de Pemex al último escalón del grado de inversión, Fitch Ratings señaló una subinversión de la empresa productiva del Estado en exploración y producción como una de las razones principales de su decisión.
Y si bien Moody’s, otra de las tres grandes calificadoras, dejó de momento intocada su nota sobre la calidad crediticia de Pemex, advirtió que si la empresa sigue despilfarrando dinero en el downstream del negocio –refinación y distribución de productos petrolíferos–, podría revisar dicha determinación.
Es decir, lo que el gobierno debe hacer para ayudar a Pemex a salir del hoyo financiero en que se encuentra –en los próximos tres años deberá enfrentar el vencimiento de la tercera parte de su deuda, actualmente de 106 mil millones de dólares– es instruirla a invertir más y mejor en el upstream, esto es, en exploración y producción.
Petróleos Mexicanos tiene muy buenos márgenes en ese sector. Salvo que explorara con impericia o tratara de incrementar la producción petrolera mediante perforaciones en campos con costos de operación muy altos, la empresa podría encontrar ahí la salvación que necesita.
Como he escrito aquí antes, es encomiable que el gobierno se proponga reducir el robo de combustibles que ha afectado a Pemex. Lo es porque la aplicación de la ley es una de las razones de ser del Estado y porque, al atacar el huachicoleo, se previenen los delitos que ocurren de forma paralela a esa actividad.
Sin embargo, la principal motivación a la que se refiere el presidente López Obrador cuando habla de la lucha contra el robo de combustible es que se reduzca la sangría de recursos de Pemex. La verdad es que frente a los vencimientos de deuda que vienen en los próximos años –entre 25 mil y 30 mil millones de dólares–, los ahorros obtenidos por la reducción del huachicoleo francamente no pintan.
El gobierno no puede seguir tirando dinero bueno al malo en el caso de Pemex. Si no quiere más malas noticias por parte de las calificadoras –a las que los fondos de inversión siguen haciendo caso, pese a la opinión que cualquiera de nosotros tenga sobre ellas–, Pemex tendría que dejar de invertir en negocios en los que ha perdido dinero de forma recurrente, principalmente la refinación.
Si los estímulos fiscales que, a decir del Presidente, se anunciarán próximamente se utilizan para potenciar las utilidades de Pemex en exploración y producción, esto sin duda será una señal bienvenida. Si, en cambio, se usa para la reconfiguración de las refinerías existentes y, peor aún, para la construcción de una nueva, seguramente se verá afuera como una decisión que incrementará las pérdidas en Pemex y le impedirá hacer frente a sus obligaciones.
Más aun, tirar dinero bueno al malo en Petróleos Mexicanos podría generar un efecto de contagio sobre la deuda soberana del país, pues ese dinero que la empresa dejará de pagar en impuestos podría afectar el equilibrio fiscal del que, sin duda, los mercados están más que pendientes.
El gobierno tendría que aprender de Colley Cibber que gastar para dar la impresión de que se es exitoso y se tiene la razón puede llevar a la ruina. Eso es tan cierto hoy como lo era hace 300 años.