Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
“Desocupa la dirección y bájate a uno de los escritorios en el sótano”, fue la indicación que hizo a Daniel Goldin Halfon uno de enviados del nuevo director de Bibliotecas de la Secretaría de Cultura, Marx Arriaga Navarro.
Nominado al premio Astrid Lindgren, que el gobierno de Suecia otorga a promotores de la lectura, Goldin es sin duda el mexicano más avezado en la edición de libros infantiles y juveniles.
Como bibliotecario, formó parte del consejo consultivo de la Biblioteca Vasconcelos de la Ciudad de México, de la cual se desempeñó como director desde marzo de 2013 –designado por el entonces titular de Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa– hasta el jueves de la semana pasada.
Su salida fue precedida de un despido masivo de trabajadores temporales, eventuales y contratados por honorarios, que ha disminuido las actividades del recinto cultural, según informó a los medios la excoordinadora de Servicios Educativos de la institución, Alejandra Quiroz Hernández.
Goldin, quien tiene 61 años de edad, es egresado de la carrera en Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Fue responsable de poner en marcha la Red de Animación a la Lectura. En 1991 creó A la orilla del viento, una colección del Fondo de Cultura Económica, que llegó a 226 títulos en 2016. También echó a andar el sello Travesía, en la editorial Océano. En 2004 fundó el sello AbraPalabra, sección mexicana de Ediciones Serres.
Su salida de la Biblioteca Vasconcelos fue objeto de comentarios llenos de desilusión y condena el fin de semana por parte de connotados intelectuales, como Enrique Krauze, que la calificó como “un acto de barbarie” contra un funcionario público al que describió como “un hombre de larga y limpia vocación cultural y amor a los libros”.
En lo personal, me conmovió el relato de Nicte Arzaluz, en Twitter, quien contó cómo Goldin se hizo cargo para que una niña sordomuda, cuyo padre vendía obleas frente a la Biblioteca, recibiera la atención del área de lengua de señas mexicana de la institución.
“Si después de esta historia todavía creen que la Vasconcelos es una biblioteca fifí o que su ahora exdirector, Daniel Goldin, es un prepotente o sepa dios cuánto han dicho de él, no sabría qué decirles; a mí me dejó claro que sus ojos están hechos para mirar eso invisible a otros”, posteó Arzaluz.
La renuncia de Goldin es una pérdida para el Estado mexicano y la difusión de la cultura y la promoción de la lectura.
Si el nuevo gobierno tiene una estrategia para acercar los libros a los mexicanos, Goldin debería estar involucrado al más alto nivel.
Aún es tiempo para reparar ese error y reincorporar a Goldin en un trabajo en el que puede aportar todo su talento.
Sería bueno, también, que se hiciera con una disculpa de por medio porque un hombre de su estatura –me refiero a su talla intelectual, pues también es muy alto– no se merece el trato que le dieron a nombre de Marx Arriaga, de quien, lo digo con respeto, jamás había yo escuchado hablar.
No hay que confundir el mensaje de las urnas: el 1 de julio, la mayoría de los electores votó por un cambio de formas, no por una muda total de personal; votaron por hacer a un lado las prácticas corruptas e ineficientes, no por que se quiten unos para poner a otros.
No todos los que estaban en el gobierno merecían ser removidos. Hay quienes entienden el servicio público más allá de filias partidarias y han hecho un gran esfuerzo por hacer bien su labor, de manera honesta, y aportar a los ciudadanos su conocimiento técnico, científico o cultural.
Hago un llamado para que se revisen todos los casos, de los cuales éste es sólo uno.