Columna invitada
Por: Güicho Cobo
Muchos en el estado de Puebla aseguran que la inseguridad y la violencia que vivimos todos los días nació por culpa del Huachicol. A mí me sorprendía, en un pasado reciente, que cada día la ordeña de ductos era mayor. Una reflexión: ¿quién era el consumidor del huachicol? Ya que si había demanda de este producto lógicamente crecía su extracción ilícita. De ahí es de donde se desata el punto medular de mi análisis.
La delincuencia aumentó en los estados donde existían bandas que luchaban por el control de la extracción, robo, traslado y comercialización del combustible. En su momento trabajaron para ellos personas de la región que optaron dedicarse a esto porque les era rentable o no tenían otra opción. Hoy, al cerrarles la llave a la ordeña se quedarán fuera de este negocio y no les va a satisfacer un sueldo ajustado a sus nuevos ingresos en un empleo lícito. O tal vez ni siquiera consigan emplearse en una actividad. Esto puede desencadenar más delincuencia, porque pueden irse por la vía incorrecta; dedicarse a los asaltos en carretera, secuestros, extorsiones y muchas cosas más.
Es por eso que se necesita que al mismo tiempo que se combate el Huachicol, se alineen todas las políticas públicas; que no permitan daños colaterales; se tiene que disminuir la pobreza, el desempleo, la deserción escolar, la migración interna y demás factores que han desencadenado la inaceptable situación actual.
Pero a lo que yo quería llegar es que si nosotros como sociedad no cambiamos, sin importar el gobierno que tengamos, estaremos perdidos. Porque si no rescatamos eso que perdimos; los viejos valores cívicos y morales del buen ser y del buen vivir, no habrá retorno, ni canje, ni esperanza para México