Figuraciones Mías

Por: Neftalí Coria / @neftalicoria 

Para Elizabeth, Rubí e Ismael, poetas.
Desde finales de los años setenta, que leí por primera vez la poesía de Concha Urquiza, desde mi silla de lector podré dar algunas impresiones –como suelo hacerlo siempre– de lo que he visto y vivido en la poesía de esta mujer que habitó el país de lo poético, como le fue dado habitar su no muy fácil territorio vital, del que se sabe, estuvo acompañado de contradicciones, dudas e inquietudes que la llevaron a escribir una de las mejores obras poéticas del siglo XX, por supuesto, sin haber sido valorada en sus dimensiones que su obra tiene.
Cuando la leí por primera vez, aunque la circunstancia no la recuerdo; tal vez una edición prestada por amigos generosos que en la juventud siempre se encuentran. Me inquietó su poesía luminosa sin importar tanto que por aquellos días, mis amigos y yo, estábamos en la labor de cambiar el mundo y creíamos con la sangre, en la Revolución que estábamos a punto de hacer en nuestra ciudad. Soñábamos ir a Cuba, entre otros anhelos con el objetivo de transformar la vida el pueblo. Aquella lectura no la olvido; me pareció de inmediato una poesía limpia y de una costura rigurosa –mis amigos no la leían porque “no era revolucionaria”, así que yo guardé mis opiniones, pero creí que aquellos poemas habían sido escritos por una mujer que guardaba un enorme fuego por la vida y sus preguntas estaba mucho más allá de un momento histórico.
Nunca he olvidado una estrofa que anoté en mi cuaderno donde yo escribía las mías: “¡Oh dulce canto de viaje, mi alegría y mi caudal,/más que en las velas el viento/más que el surco en el mar!”. Más grande fue la impresión porque yo sabía, que para la poeta –igual que para Virginia Woolf– el agua había sido la flor de su tumba. Me atrajo otra cosa que vi en esta mujer dueña de aquellos versos que me habían cautivado y era que durante su juventud –aunque Concha con su muerte temprana, como José Emilio Pacheco dijo de José Carlos Becerra y López Velarde– fue joven para siempre (Murió a los 35 años). Concha Urquiza Había vacilado entre pensamientos y ejercicios ideológicos extremos; por un lado, su adhesión al comunismo y por el otro la experiencia que vivió en su acercamiento definitivo al catolisismo oficiante. Sin embargo, enmedio de su alma, estaba la poesía ondeando sus banderas.
Por aquellos días de las primeras lecturas de su obra, me di a la tarea de acercarme a su biografía, cosa que me emocionó, porque era una poeta que creí aún más cercana. Se trataba de una de las más poderosas voces de la poesía mexicana escrita por mujeres y como se ha dicho –bajo algunas loas– la señalan como una de las mejores poetas mexicanas después de Sor Juana y a la par de Rosario Castellanos. Y estoy de acuerdo que Urquiza es de las poetas que con su línea poética de intimidad gloriosa, es de las voces que mejor siguen el camino de San Juan de la Cruz.
Sin embargo, creo que en nuestros días, sobre Concha Urquiza pesa Morelia. Y fue precisamente esta ciudad la que la vio nacer allí en el número 166 de la Calzada de Guadalupe un 25 de diciembre de 1910 a las 12:45 del día, como Gabriel Méndez Plancarte encontró en el acta de nacimiento. Sobre Concha Urquiza, pesan las piedras de esta ciudad, como han pesado sobre muchos hombres y mujeres brillantes que Morelia (me refiero naturalmente a su gente) los vio pasar por alto. Y que valga la expresión “pasar por alto” en dos sentidos; el primero, es que los
vieron pasar y los ignoraron, los dejaron pasar sin verlos, ni oír su vuelo. Y el segundo sentido, es que los dejaron “pasar por alto”, porque iba por lo alto de los valores de la vida o porque iban “muy alto” para la estatura de la ciudad hecha de piedras, también en ambos sentidos.
Como sabemos, Concha Urquiza escribió y publicó su primer poema a los doce años, y aunque su vida transcurrió entre México y San Luis Potosí y un regreso a Morelia poco significativo, personalmente la considero hija de esta ciudad, porque también en su personalidad, mucho lleva de las facciones de la Morelia a la que me refiero, esta ciudad de apenas desde unos años acá, trata de escapar de ser una ciudad beata, sin lograrlo del todo. Y es que a Morelia, como otras ciudades –lo he dicho–, los poetas le quedan grandes y como tantas ciudades platónicamente son expulsados. Y a Concha Urquiza, Morelia no la ha sentido suya, ni a buscado apropiársela y
darle un lugar que una mujer como ella –poeta grande– debe merecer.
Y es que suele suceder que después de muertos, se reconoce a los poetas y las ciudades que los vieron nacer, entonces sí, se vuelcan a darles un sitio importante; nombres de calles, bustos, etc.
Formas de homenajearlos que bien sabemos, no sirven de nada. A Concha Urquiza, le sucede lo mismo. En este caso, Morelia y su poeta, son el claro ejemplo, que la ciudad (naturalmente su gente), nada ha hecho porque se conozca de manera efectiva, con lo que me refiero a difundir su poesía y a hacerla leer de manera verdadera; tal vez acercar a los adolescentes y crear –no solo para esta poeta moreliana sin algo integral–, a la lectura de los poemas de sus poetas y enseñarles su verdadero valor.
Muchos presidentes municipales de Morelia, pasaron sin saber quién era esta poeta moreliana de estatura grande, con varios he podido comprobarlo. Concha Urquiza, no merece el olvido.
Morelia debe saber que de la ingratitud viene el olvido y lo que Morelia ha hecho con nuestra poeta, también lleva el nombre de “injusticia”.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *