A partir de hoy, los aspirantes a la minigubernatura se presentan tal como son: sus aficiones y miedos y detalles de su carrera política 

 

Por Alejandra Gómez Macchia

 

Era un empresario exitoso y renunció a su estatus para dedicarse a la política.

En 2011, cuando Rafael Moreno Valle tomó posesión como gobernador, Antonio Gali Fayad fue nombrado secretario de Infraestructura.

Quienes han ocupado este puesto aseguran  que es una posición “desgastante”. Y es que al final del día, estar al frente de la planeación y supervisión de la obra pública implica, además de precisión sobre el plano, la presión de un gobernador que debe cumplir sus promesas de campaña.

Jornadas extenuantes en las que se requiere hablar el idioma del maestro albañil que apila ladrillos y rehabilita guarniciones, hasta temas que tienen que ver con leyes físicas para evitar que un puente se colapse o que una carretera desafíe la gravedad si está encallada en un cerro.

Todo esto es un trabajo que a los ojos del ciudadano de a pie se antoja intermitente. Un día cierta calle (por la que llevamos años transitando) es lo más parecido a la superficie lunar, y meses después aparece una placa de concreto hidráulico en la que los autos parecen patinar por una capa irrompible de hielo.

Algo debió hacer bien Tony Gali, pues en breve se convirtió en presidente municipal de Puebla tras una intensa y cardiaca elección contra el exrector de la BUAP, Enrique Agüera, a quien muchos le auguraban el triunfo ya que ser la cabeza de una casa de estudios como  “La Benemérita”, era equiparable con un simulacro para gobernar una ciudad…

Lo que quedó claro tras esta contienda fue que no es lo mismo gobernar (porque para fines prácticos un rector es algo cercano a un gobernante) un plantel educativo, que una ciudad cuya complejidad barroca es legendaria.

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En la guerra se libran campañas día a día, entonces es correcto decir que cada elección es una guerra, generalmente, violenta. Lodo por todas partes.

En política nada se debe a eventualidades de índole casual. No hay azares que valgan en la ruta hacia el poder. Pero el pueblo (que es una entidad vibrante que sale del letargo) ya no se queda bostezando ante la inoperancia.

Echarse un palomazo al finalizar un evento es ya su sello. JOSÉ CASTAÑARES/AGENCIA ES IMAGEN
Echarse un palomazo al finalizar un evento es ya su sello.
JOSÉ CASTAÑARES/AGENCIA ES IMAGEN

El votante del pasado esperaba las dádivas oportunas que resolvían temporalmente necesidades primarias, y no importaba si el candidato era sacado de alguna mazmorra del medioevo. En nuestro país, el suspirante a cualquier cargo público “de nivel” se convertía (en el momento de su asignación) en un ser inalcanzable. La gravedad y la severidad en el discurso lo colocaban en una posición de Señor Feudal, como si de la noche a la mañana hubiera sido tocado por un báculo de punta diamantina del que adoptaba propiedades mágicas.

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Desde su campaña rumbo a la alcaldía, José Antonio Gali Fayad dejó la pomposidad de su nombre a un lado para presentarse simple y llanamente como Tony Gali. Así es como lo llaman sus amigos. Así le han dicho siempre, desde el dueño, hasta el mesero de los canta bares a los que solía asistir para echarse un palomazo nocturno.

Para muchos los diminutivos son hermanos siameses de la debilidad. Acortar un nombre es relajarlo. Sentarlo en las gradas, en vez de darle palco.

En este caso, nombrar a Gali por su “nombre de cariño” significó una fortaleza. Porque sólo a un “cuate” muy “cuate” se le habla con esa confianza y desparpajo.

Tony fue un niño que nació entre telas. Sabe la diferencia entre la popelina y el rayón. Entre el algodón y el tergal. Creció entre máquinas que convertían los hilos en lienzos.

En la pasada campaña hacia la alcaldía, sus asesores crearon un spot en el que Tony aparece en primer plano, y al fondo, de escenografía, se ven esas moles maravillosas que obran el milagro de transformar una fibra en hilo; un hilo, en metros y metros de tela. Tony viene de una familia libanesa dedicada, como muchos otros “hayitos”, a la industria textil.

¿Será por eso que Tony, el buen “tío Tony” como lo llaman sus amigos, hace las delicias de la alta frivolidad poblana?

De una estatura visiblemente mayor a la media regional, Tony aprendió a vestir ad hoc a la circunstancia. ¡Más le valía! Si en la bonetería del abuelo necesariamente se escuchaban las palabras: cortes, tijeras, pespuntes  y algodón egipcio…

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Pero de nada sirve un político dandi, si en determinado momento no puede cambiar sus Ferragamo por unas botas Caterpillar para supervisar obras.

Tony ha conseguido salirse del establishment del acaudalado empresario para andar en mangas de camisa a la menor provocación. Así, como a la menor provocación, termina un discurso o una gira tortuosa por parajes intransitables y se pone a cantar.

Este perfil “bohemio” o “romántico” le ha ayudado a conectar con la gente, aunque no necesariamente sea bien visto entre la clase política convencional.

Recordemos que uno de los rasgos principales entre los políticos mexicanos “clásicos” es ser, valga el pleonasmo, políticamente correcto. Llenos de tics adquiridos por la retórica. El saludo cordial, pero con distancia. Esa pose plomífera ancestral que adquiere el gobernante por una suerte de respeto ante una sociedad que aún hasta nuestros días se divide en castas.

¿Un alcalde que canta? ¿Un candidato a gobernador que terminando su acto se afloja su fina corbata y cierra los ojos para entonar una balada como si fuera un crooner?

Pero recordemos que lo que es condenable para las élites, es plausible entre las masas.

Porque la gente “normal”: el oficinista, el obrero, la maestra, el carpintero, y hasta el burócrata estacionado en su cubículo suele cantar para aligerar la tensión del día.

¿Ha sido esta una estrategia pergeñada desde el búnker donde se preparan sus campañas?

A todas luces la respuesta es “no”, y sustento mi afirmación en lo siguiente:

1) Porque gente allegada a él, en algún momento le sugirió omitir de su programa la hora del palomazo.

2) Porque antes de ser empresario o político es una adicto a la música.

3) Porque al ser un personaje público se le ha visto en revistas de sociales empuñando un micrófono al lado de sus hijos y su hermano.

4) Porque aparenta ser un hombre feliz, y los hombres felices por lo regular cantan.

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Un candidato finalmente es un personaje. Sí, como un personaje literario que para adquirir fuerza en la narración necesita un trabajo de construcción.

El personaje crece solo cuando la propia trama lo arrastra  y lo enfrenta a la fatalidad o al éxito inusitado.

El personaje, como el clásico kafkiano, sufre metamorfosis.

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Tony Gali es un personaje peculiar porque conserva los elementos clásicos del héroe romántico: es galán, es fuerte, tiene una esposa bella y sobria, hijos guapos y una casa que parece de cristal.

Y a los ojos atentos de los que siguen esta historia, Tony es, literalmente, un candidato difícil de despeinar.

 

 

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